EL ECO IV
Carmeta “la moñica” no entendía a sus diecisiete años porqué aquel hombre bastante mayor que ella y además casado y con familia le hacía guiños cuando se la cruzaba por la calle o los domingos en el mercado se hacía el encontradizo y le ofrecía una manzana o un “xangló” de moscatel. En su inocencia no comprendía como aquel a quien todos, incluidos sus padres consideraban un vaina y un bala perdida, se
comportaba con ella como un quinceañero enamoriscado. Así, una tarde con toda la candidez del mundo se lo contó a Quito. Le dijo como aquel hombre la asustaba un poco y no sabía como decirle que no a sus ofrecimientos y que ella era una mujer comprometida, aunque en ese sentido el no se le había insinuado y no pasó nunca de una sonrisa o una fruta entregada furtivamente y en medio de un mercado abarrotado de gente. Quito sintió como la sangre se le subía a la cara y los pulsos se le aceleraban. Él, por lo general un hombre tranquilo, sentía rebullir en su interior el recelo y la preocupación. Preocupación por la fama de sinvergüenza y mujeriego de semejante individuo y recelo porque por primera vez en su vida sentía en su interior el gusano de los celos, ese turbio rumor que decían se iba incrustando en el alma, royéndola imperceptible pero constantemente como el corcón horada la madera dejándola entera en apariencia pero con el corazón reducido a polvo. Al principio trató de restarle importancia, de pensar que solo era una chaladura más de aquel cabeza rota que piropeaba a todas las mujeres bonitas. Se dijo que hablaría con él y le pondría las cosas en su sitio. Le haría ver que ella estaba comprometida y que pronto contraerían nupcias, así que debería andar por otros derroteros y dejar de requebrarla. Pero cuando una tarde en la taberna de Sindo se dirigió a el para pedirle una explicación de su comportamiento las palabras que escuchó de boca de aquel insolente le encogieron el corazón y llenaron sus ojos de ira. Apestando a vino, aquel gañán comenzó a farfullar, -esa xiqueta m´a llevat el cap Quito, tinc que furtartela- decía con voz pastosa, -soc mes guapo, güanye mes diners que tú i mes prompte o mes tard te la furtare- . A Quito se le nublaron de sangre los ojos. Hubiera matado allí mismo a aquel desvergonzado que se atrevía a soltarle todo aquello en sus propias narices sin importarle para nada sus sentimientos ni los de la muchacha, hablando de Carmeta como si se tratara de un trofeo de caza, pero en un rapto de lucidez se detuvo a solo un palmo del rostro de su oponente y con voz pausada le dijo -ves en compte Tónico, que la nit es molt llarga i els carrers molt foscos- giró sobre sus talones y salió de la taberna sin mirar atrás.
Notaba como el fino hilillo comenzaba a deslizarse por mis piernas y una caliente humedad me subía hacia la barriga cuando oí a lo lejos las voces de los amigos que venían a todo correr, sin tiempo para pensarlo me aupé con los brazos sobre el borde del pilón y simulando que me había excedido en el impulso me tiré al agua completamente vestido. Aquello salvó mi orgullo pero me costó el castigo de pasarme un día entero sin salir y limpiando el corral porque al hecho de llegar a casa chorreando se le unía el que mi tardanza había movilizado a medio barrio que ya andaba buscándome. Aquella noche me fue imposible dormir, los golpes que había escuchado resonaban en mi cabeza como mazazos. Me acostaron sin cenar pero me hubiera sido imposible tragar el más mínimo bocado, escondido entre las mantas temblaba como una hoja y cada vez que intentaba cerrar los ojos aquella torre fantasmagórica se abalanzaba sobre mí con su enorme ojo blanco cercado de números y me engullía, arrojándome a sus entrañas llenas de monstruos y animas en pena. Creo recordar que oí cantar un gallo cuando el cansancio me venció y tuve una corta y densa pesadilla en la que caía por una interminable escalera de caracol mientras de las paredes surgía el eco repetido de aquellos tres truenos. Me despertó la tía Isabel con un tazón de leche y una escoba y sudé todo mi miedo raspando aquella gallinaza dura como el cemento y amontonando las miles de redondas cagarrutas que los conejos habían dejado. El tío Luis estaba en “la casita azul”y Luisito estaba en una obra trabajando así que a la hora de comer me senté frente a mi tía que mediada la comida me informó que sabía con pelos y señales nuestra correría de la noche anterior y que debía prometerle que aquello no se tenía que repetir. Estaba jurándole con toda el alma que por muchos años que viviese jamás se me ocurriría volver a hacer nada como aquello cuando un murmullo que venía de la calle comenzó a aumentar como el rumor de un río que avanzaba. Salimos a la puerta y vimos a prácticamente todo el bario caminar en la misma dirección. La tía Remedios al vernos se vino hacia nosotros con evidente azoramiento, -la guardia civil a detingut a Quito Cofins i el han dut a la torre, també a vingut el jutge i han cridat al Codino que porte la ferramenta-. La tía Isabel atinó a preguntar, -i se sap lo que ha sigut-, Remedios bajando la voz como si en medio de aquel trasiego alguien pudiera escucharla dijo -parlen de un mort-.
comportaba con ella como un quinceañero enamoriscado. Así, una tarde con toda la candidez del mundo se lo contó a Quito. Le dijo como aquel hombre la asustaba un poco y no sabía como decirle que no a sus ofrecimientos y que ella era una mujer comprometida, aunque en ese sentido el no se le había insinuado y no pasó nunca de una sonrisa o una fruta entregada furtivamente y en medio de un mercado abarrotado de gente. Quito sintió como la sangre se le subía a la cara y los pulsos se le aceleraban. Él, por lo general un hombre tranquilo, sentía rebullir en su interior el recelo y la preocupación. Preocupación por la fama de sinvergüenza y mujeriego de semejante individuo y recelo porque por primera vez en su vida sentía en su interior el gusano de los celos, ese turbio rumor que decían se iba incrustando en el alma, royéndola imperceptible pero constantemente como el corcón horada la madera dejándola entera en apariencia pero con el corazón reducido a polvo. Al principio trató de restarle importancia, de pensar que solo era una chaladura más de aquel cabeza rota que piropeaba a todas las mujeres bonitas. Se dijo que hablaría con él y le pondría las cosas en su sitio. Le haría ver que ella estaba comprometida y que pronto contraerían nupcias, así que debería andar por otros derroteros y dejar de requebrarla. Pero cuando una tarde en la taberna de Sindo se dirigió a el para pedirle una explicación de su comportamiento las palabras que escuchó de boca de aquel insolente le encogieron el corazón y llenaron sus ojos de ira. Apestando a vino, aquel gañán comenzó a farfullar, -esa xiqueta m´a llevat el cap Quito, tinc que furtartela- decía con voz pastosa, -soc mes guapo, güanye mes diners que tú i mes prompte o mes tard te la furtare- . A Quito se le nublaron de sangre los ojos. Hubiera matado allí mismo a aquel desvergonzado que se atrevía a soltarle todo aquello en sus propias narices sin importarle para nada sus sentimientos ni los de la muchacha, hablando de Carmeta como si se tratara de un trofeo de caza, pero en un rapto de lucidez se detuvo a solo un palmo del rostro de su oponente y con voz pausada le dijo -ves en compte Tónico, que la nit es molt llarga i els carrers molt foscos- giró sobre sus talones y salió de la taberna sin mirar atrás.
Notaba como el fino hilillo comenzaba a deslizarse por mis piernas y una caliente humedad me subía hacia la barriga cuando oí a lo lejos las voces de los amigos que venían a todo correr, sin tiempo para pensarlo me aupé con los brazos sobre el borde del pilón y simulando que me había excedido en el impulso me tiré al agua completamente vestido. Aquello salvó mi orgullo pero me costó el castigo de pasarme un día entero sin salir y limpiando el corral porque al hecho de llegar a casa chorreando se le unía el que mi tardanza había movilizado a medio barrio que ya andaba buscándome. Aquella noche me fue imposible dormir, los golpes que había escuchado resonaban en mi cabeza como mazazos. Me acostaron sin cenar pero me hubiera sido imposible tragar el más mínimo bocado, escondido entre las mantas temblaba como una hoja y cada vez que intentaba cerrar los ojos aquella torre fantasmagórica se abalanzaba sobre mí con su enorme ojo blanco cercado de números y me engullía, arrojándome a sus entrañas llenas de monstruos y animas en pena. Creo recordar que oí cantar un gallo cuando el cansancio me venció y tuve una corta y densa pesadilla en la que caía por una interminable escalera de caracol mientras de las paredes surgía el eco repetido de aquellos tres truenos. Me despertó la tía Isabel con un tazón de leche y una escoba y sudé todo mi miedo raspando aquella gallinaza dura como el cemento y amontonando las miles de redondas cagarrutas que los conejos habían dejado. El tío Luis estaba en “la casita azul”y Luisito estaba en una obra trabajando así que a la hora de comer me senté frente a mi tía que mediada la comida me informó que sabía con pelos y señales nuestra correría de la noche anterior y que debía prometerle que aquello no se tenía que repetir. Estaba jurándole con toda el alma que por muchos años que viviese jamás se me ocurriría volver a hacer nada como aquello cuando un murmullo que venía de la calle comenzó a aumentar como el rumor de un río que avanzaba. Salimos a la puerta y vimos a prácticamente todo el bario caminar en la misma dirección. La tía Remedios al vernos se vino hacia nosotros con evidente azoramiento, -la guardia civil a detingut a Quito Cofins i el han dut a la torre, també a vingut el jutge i han cridat al Codino que porte la ferramenta-. La tía Isabel atinó a preguntar, -i se sap lo que ha sigut-, Remedios bajando la voz como si en medio de aquel trasiego alguien pudiera escucharla dijo -parlen de un mort-.
3 Comments:
ufffff me gusta lo que has escrito...en ocasiones, nos dejamos cegar por la rabia, por la ira y el dolor...Y es que al fin y al cabo somos humanos, y cuando nos tocan lo que amamos...lo malo es que no pensamos en las consecuencias que puede tener..
besos de luna
Hola Alvarhillo y familia.
Espero que las tormentas hayan sido benévolas con vosotros y también con vuestros famialiares y amigos. ¡Jolín! parecía que el "II Diluvio" quisiera empezar por Alicante...
Un abrazo,
Quiosquera, consorte e hijo
Gracias quiosquera.
Aquí en Alicante capital ha llovido mucho pero no ha hecho tanto daño como en Las Marinas donde si que se ha desatado el diluvio.
Fijate como habrá sido que en la costa de Campello que es donde ahora estoy, han llegado cañas y matas procedentes del rio Girona (el que se llevó el puente)que está noventa kilómetros más arriba.
Un abrazo para los tres.
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