
CIUDADANOS GLOBALES
El campesino camerunés, sucio pantalón corto, camiseta entreabierta y desgarrada, tomó la tierra del suelo, la olió y dejó que se escurriera entre sus dedos. Era marzo de 1963, en Bafang, Camerún. Yves Bannel, que si algo ha hecho en su vida ha sido recorrer mundo, quedó impactado con esa imagen. Era el mismo gesto de su tío, sí, su tío francés, el leñador al que acompañaba de pequeño desde las cinco de la mañana a la huerta. Ahí fue cuando Bannel tomó realmente conciencia de hasta qué punto todos los hombres son iguales en todas partes, que lo único que cambia es la cultura: "Eso te ayuda a rechazar la idea del nacionalismo, de la raza superior. Nadie es superior a nadie, hay la misma proporción de imbéciles e inteligentes en todas partes, de sádicos y de bondadosos".
Estas palabras, provienen de un reportaje que el periodista Joseba Elola hace a Yves Bannel en la contraportada de "El pais". Se ajusta perfectamente a mi propio pensamiento sobre el tema, como ya deje patente en la entrada de "el pequeño punto azul".
No entiendo las nacionalismos de ningún tipo. Puedo comprender que a uno le guste su literatura, su música, su folklore o sus costumbres. Pero de ahí a considerarlos superiores a los de los demas y reivindicarlos como elemento excluyente de quién no hable, cante , baile, sienta o piense como uno y se considere autorizado a excluirlo, cuando no a perseguirlo o incluso a exterminarlo por ser diferente, va un abismo que no pienso salvar.
Estamos demasiado solos en el universo y la vida es demasiado corta para perderla en tonterías identitárias y soflamas de patio de vecinos. Hagan el favor de ser felices.