lunes, mayo 26, 2008



NAYPYIDAW, LA CIUDAD INEXISTENTE.
Naypyidaw, la actual capital de Myanmar, es una ciudad de población incierta, (se le calculan alrededor de 100.000 habitantes) que oficialmente no existe.
No sale en los mapas, en Google Heart hay que localizarla partiendo de la cercana población dePyinmana. Las guías turísticas no la mencionan, no hay vuelos charter ni trenes o autobuses que lleguen a ella y existen ciertas restricciones para entrar en la ciudad. Pocos son los taxistas de Yangón(la antigua Rangún) que aceptan llevar al viajero a recorrer los aproximadamente 350 kilómetros (y cerca de ocho horas) hasta el fantasmal centro de poder de la dictadura birmana por que eso es lo que es Naypyidaw, un fantasma, una ciudad construida en otra dimensión, en un universo paralelo al del resto del país.
Levantada en poco más de dos años por miles de obreros en medio de un inmenso llano, se ha convertido en una de las mayores paradojas de estos tiempos a nivel mundial. En sus calles y carreteras hay casi más asfalto que en el resto del país. Es la única ciudad que disfruta de electricidad abundante las 24 horas del día. Dispone de Internet de banda ancha en la práctica totalidad de sus edificios y hay guardias urbanos, semáforos y grandes rotondas hasta en el último rincón de la ciudad.
Ahora bien, carece casi por completo de vehículos, no tiene comercios tradicionales, restaurantes o tiendas de ropa, discos, libros, ni nada que la haga asemejarse a una ciudad en el sentido normal de la palabra. Está habitada únicamente por la junta militar, altos cargos y todos los funcionarios del gobierno que fueron trasladados en masa en el año 2006(muchos sin sus familias ya que aún no estaban construidas las escuelas para los niños) y en el 2007 cuando se inauguró de manera oficial con toda la parafernalia propia de los regímenes dictatoriales.
Sidharth Varadarajan, periodista indio y una de las pocas personas que han podido fotografiar Naypyidaw (excepción hecha de la zona donde se halla el palacio presidencial, prohibida para nadie que no pertenezca al gobierno) nos muestra en su blog la imagen de anchísimas e interminables avenidas prácticamente vacías, grandes edificios oficiales que parecen sacados de la escenografía de una película sobre la descolonización de La India, edificios clónicos pintados en tonos pastel y urbanizaciones de bungalows a la americana puestos al azar en medio de ninguna parte y en los que uno espera ver salir al porche a alguna Doris Day de ojos rasgados. Hay también guardias que no se sabe bien a quien vigilan y un aeropuerto al que nadie sabe que aviones llegan y que parece mandado construir por un Sadam de tercera división.
Mientras en el sur del país los muertos se cuentan por decenas de miles, los heridos y damnificados por millones, mientras la población se muere de hambre y enfermedades, la ayuda internacional no puede llegar y mucha de la que llega es desviada por las corruptas autoridades al mercado negro. Mientras cientos de miles de personas vagan desesperadas buscando algo con que sobrevivir siquiera un día, la junta militar a dado una vuelta de tuerca más en su afán de conseguir la dictadura perfecta. Se ha construido su Shangri-la, su particular y gulliveriana isla de Laputa, un mundo de colorín no contaminado por la sucia e inútil realidad donde seguir cultivando sus delirios de un mundo perfecto fuera del mundo.

miércoles, mayo 21, 2008


LA INFANCIA PERDIDA
Al leer hoy en "Alicante vivo" el espinoso tema del deterioro de la estatuaria alicantina, justo cuando se mencionaba el decapitado busto del doctor Rico, ha venido a mi memoria todo un torrente de recuerdos de infancia en el otrora feraz y bullicioso “parque del castillo de San Fernando”, hoy yermo y baldío páramo, abandonado a su más que incierta suerte.
A mediados de los sesenta, ese lugar, al abrigo de la imponente mole del castillo, era el lugar preferido de los niños alicantinos que como yo, allí encontraban diversiones que no se hallaban en ningún otro punto de la ciudad. A saber.
En primer lugar, el tobogán más largo que jamás niño alicantino alguno conoció. Era de madera pintada de azul y salvaba dos de las terrazas del parque. Era realmente inmenso. Años después se cambió por otro metálico algo más corto pero con la novedad que tenía forma de ese con lo que si te lanzabas muy fuerte, al coger el bache, tu culo se despegaba del tobogán y por un instante volabas de verdad.
En segundo lugar, una enorme jaula llena de pavos reales, aves exóticas donde las halla que nos asustaban con sus fuertes chillidos y sobretodo con el súbito desplegar de la cola de los machos. Recuerdo que la primera vez que uno de ellos abrió ante mí aquel inmenso abanico casi me caigo de culo.
Tercero, la moto y el coche de bomberos, anclados en el suelo y en el tiempo y en que los niños nos pelábamos las rodillas y jugábamos a ser los hombres que ahora somos.
Por último, pero no por ello menos importante si no al contrario. El parque infantil de tráfico. Aún hoy cuando subo por Maestro Barbieri camino de mi casa, se me encoge el corazón al ver abandonada y despintada por los años, la pequeña pista por donde antaño en bicicletas y alquilados karts de pedales, los niños de entonces aprendíamos los rudimentarios principios del código de circulación bajo la vigilante mirada de nuestro querido y hoy olvidado “Sargento Moquillo”.
Todavía si cierro los ojos, viene a mi memoria las mañanas de domingo con la flamante bicicleta que el abuelo Salvador me había regalado(una Rabassa de color rojo con las ruedas blancas)subiendo ya sin ruedines a pedalear por el circuito, agachando la cabeza cuando pasábamos por debajo del puente que todavía sigue allí esperando que algún día otra generación de pequeños alicantinos pueda disfrutar como nosotros lo hicimos, parando en las señales, cediendo el paso, aprendiendo y de paso divirtiéndonos, con Pomares(que personaje) pitando y agitando los brazos como si estuviera en plena faena aclarando el lío del tráfico en el cruce de la goteta.
En definitiva, la decapitación del doctor Rico no es si no la última de las sinrazones que han abocado a ese pequeño rincón de nuestra terreta al más triste e injusto de los olvidos. Nadie menor de veinticinco años que pase ahora por allí, podría siquiera imaginar lo que para los que como yo, frisamos la cincuentena, significó aquel hoy yermo trozo de tierra en nuestra ya lejana infancia.
No sé a ustedes pero a mí me da una pena tremenda.

jueves, mayo 01, 2008

ME VOY DE PUENTE
A la sierra a coger oxígeno, a pasear y a meditar pero sobre todo a relajarme que vaya dos semanitas que llevo.
Hasta la vuelta y tengan cuidado con la carretera no acaben como el de la foto.