No es cosa de hombres.
Hola, me llamo Álvaro, tengo
54 años y un hijo de 12 al que llevo tratando de enseñar desde bien pequeño que
el solo hecho de haber nacido hombre, como aproximadamente el 50 por ciento de
la humanidad, no lo hace superior al otro 50 por ciento, es decir, a la mujer.
Siempre he tratado y sigo tratando que entienda que todas las personas somos
iguales y tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones para con
nosotros y los demás. Que el hecho de haber nacido varón, de clase media y en
un país medianamente desarrollado (aunque eso últimamente no lo tengo tan
claro) es solo fruto del azar y la genética. Que quizá podría haber nacido
mujer, pobre y en un país subdesarrollado y que por ese azar, su vida sería
entonces desgraciadamente mucho más difícil e incierta.
Como padre de un niño en este comienzo del siglo 21 trato
cada día de hacerle entender que debe tratar a todo el mundo como su igual, con
las características que nos diferencian a cada cual. En estos tiempos en que
muchas personas estamos concienciados sobre el terrible problema del maltrato
hacia las mujeres y los asesinatos machistas y ante los sucesivos programas del
gobierno en los que parece que todos los avisos , consejos y precauciones van
orientados a la mujer, instándola a que no se calle, a que denuncie, a que pida
ayuda, yo, desde mi punto de vista de hombre de cierta edad, marido y padre
concienciado, desearía hacer hincapié en que la educación del varón es
indispensable en este tema. Yo intento todos los días enseñar a mi hijo la importancia
de tratar a toda mujer con igualdad y respeto. Que comprenda que la mujer no es
como nos mintió la biblia, un apéndice del hombre. Algo que un supuesto dios a
puesto a su servicio, si no alguien como el, libre y capaz, con sus mismas
virtudes y defectos, sus mismos derechos y obligaciones, anhelos y horizontes.
Aun a día de hoy hay muchísimos padres y
bastantes madres que educan a sus hijos varones como si fueran los amos de la
creación y a sus hijas mujeres con la arcaica y casposa norma de que son
princesas que solo deben aspirar a encontrar su príncipe azul y someterse a
todos sus caprichos. Inculcándoles que los hombres deben traer el pan a casa y
la mujer debe estar en casa y con la pata quebrada, criando a los hijos. O aun peor, trabajando por que hay que ganar más
dinero pero ocupándose además de la casa
y los hijos mientras el se va a ver el partido con los amigos. Pero sobretodo educándoles
a ellos en que es licito que el hombre someta a su pareja, vamos, que lleve los
pantalones en casa y que un grito o peor, una bofetada pone las cosas y a la
mujer en su sitio y a ellas en que deben de ser sumisas y dóciles y que si le
dan ese grito o esa bofetada será por algo.
Yo quisiera desde aquí, decir a quien me
escuche que los hombres no son el gallo de ningún gallinero ni las mujeres el
sufrido descanso del guerrero. Que se debe educar en la igualdad y el respeto a
la libertad de la mujer como parte fundamental de la libertad de la persona.
Que ningún grito, ninguna bofetada, ningún mal trato debe ser admitido no ya
por ninguna mujer, tampoco por ningún hombre que se tenga como tal. Que el amor
y el respeto y no la posesión y el sometimiento son las bases ineludibles de
relación entre hombres y mujeres.
Y por último tengan en cuenta una cosa muy
importante: “EL MALTRATO NO ES COSA DE HOMBRES”
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