LA INSOPORTABLE IMBECILIDAD DEL SER.
La imagen venía hoy en el dominical del País y me ha producido un verdadero terror el comprobar el desprecio que sentimos en este país por la naturaleza, el paisaje, el medio ambiente y todo aquello que no se contabilice en un beneficio rápido para los bolsillos de los cuatro listos de turno y sus complices políticos.
Lo peor no es que los espabilados de turno se hagan de oro alicatando hasta el último rincón del territorio si no que lo verdaderamente terrible es que la gran mayoría de la gente piensa que eso es sinónimo de bienestar y riqueza para el municipio que lo perpetra. Que el campo, los arboles, la construcción razonablemente sostenible, la planificación urbana son cosas que no sirven para nada al lado de la masificación desordenada, los macrocentros comerciales, los atascos diarios y el ruido cada vez más insoportable de nuestras cada vez más masificadas ciudades. Que todo eso es sinonimo de poderío y opulencia, que cuantos más y más grandes coches contaminen nuestro cielo más se verá lo ricos que somos, que cuantas más urbanizaciones se extiendan sin control hasta donde alcanze la vista más nos envidiaran las ciudades vecinas, que cuantas más farolas se instalen en las calles mejores serán nuestros gobernantes. Aunque estas iluminen los solares vacios de urbanizaciones aún por construir.
Esta actitud suicida de nuevos ricos no sé donde nos va a llevar, pero yo que debo ser un bicho raro, echo de menos los lugares de mi infancia que han sido devorados por el ladrillo y me produce una inmensa pena el no poder reconocer en esta ciudad en la que vivo aquella que fué testigo de mi niñez.
Lo peor no es que los espabilados de turno se hagan de oro alicatando hasta el último rincón del territorio si no que lo verdaderamente terrible es que la gran mayoría de la gente piensa que eso es sinónimo de bienestar y riqueza para el municipio que lo perpetra. Que el campo, los arboles, la construcción razonablemente sostenible, la planificación urbana son cosas que no sirven para nada al lado de la masificación desordenada, los macrocentros comerciales, los atascos diarios y el ruido cada vez más insoportable de nuestras cada vez más masificadas ciudades. Que todo eso es sinonimo de poderío y opulencia, que cuantos más y más grandes coches contaminen nuestro cielo más se verá lo ricos que somos, que cuantas más urbanizaciones se extiendan sin control hasta donde alcanze la vista más nos envidiaran las ciudades vecinas, que cuantas más farolas se instalen en las calles mejores serán nuestros gobernantes. Aunque estas iluminen los solares vacios de urbanizaciones aún por construir.
Esta actitud suicida de nuevos ricos no sé donde nos va a llevar, pero yo que debo ser un bicho raro, echo de menos los lugares de mi infancia que han sido devorados por el ladrillo y me produce una inmensa pena el no poder reconocer en esta ciudad en la que vivo aquella que fué testigo de mi niñez.
2 Comments:
Totalmente de acuerdo: deberían, además, mostrar la firma de la autorización para poner nombre y apellidos a la persona que lo permitió.
Salud!
exactamente
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