viernes, noviembre 24, 2006


A LA LUZ DE LAS VELAS

Hoy quiero relatar un pequeño suceso que ocurrió hace un par de días en casa y que me hizo pensar en estos tiempos vertiginosos que nos han tocado vivir.
Eran las nueve y media de la noche, habíamos terminado de cenar y yo estaba en el ordenador mientras mi chica y mi pequeño estaban en el salón terminando de ver la gran aventura del oso pooh, que no me pregunteis por que pero a mi hijo le encanta. De pronto se fué la luz en medio barrio, pero toda. Casas, farolas, semáforos, todo quedó a oscuras. La oscuridad era tal que aun sabiendo que detras de mi tenía una linterna tuve que encontrarla a tientas. Encendí la linterna y me dirigí al salón donde mi peque estaba agarrado a su madre como un koala. A sus tres años era el primer apagón del que era plenamente consciente y estaba aterrorizado.
Buscamos en el armario y sacamos unas velas. Las encendimos por el salón y la cocina y salimos a la terraza para ver el alcance del asunto mientras tratábamos de quitar importancia a la cosa para que el peque fuera relajandose, aunque el no se soltaba de la mano de su madre. Entonces , en vista de que aquello no tenía visos de arreglarse decidimos acostarlo a dormir, así que entramos cuatro o cinco velas a su habitación y su madre se sento a la ténue luz de las llamas a contarle el cuento que cada noche le leemos para dormir. Fué entonces cuando empezé a cavilar sobr lo indefensos que estamos con todos nuestro adelantos tecnológicos, con nuestros ordenadores, moviles, internets, televisores de plasma. i-pods, dvd´s y demas parafernalia con la que nos sentimos superiores. Bastó un simple apagón para que durante un tiempo retrocedieramos un siglo. Para que no valieran de nada nuestros hornos microondas, nuestros aires acondicionados, nuestros home cinemas y tan solo un humilde cuento, leido a la luz de unas sencillas velas, lograran que un niño asustado se durmiera placidamente. Esto me hizo darme cuenta de lo vulnerables que somos y de lo soberbios que nos hemos vuelto y que los adelantos técnicos son buenos siempre y cuando no nos alejen de la tierra que pisamos y no nos hagan olvidar que estamos a un solo apagón de quienes en las cavernas, al caer la noche, contaban historias a la luz de una lampara de sebo.

2 Comments:

Blogger quiosquera said...

Cierto, Alvarillo, pero el miedo no tiene edad. Yo creo que todos, en algún momento/momentos de nuestras vidas hemos sentido ese miedo que experimentó tu pequeñín: miedo a lo desconocido, a situaciones atípicas para nosotros, al caos que puede seguir a algo que nos es ajeno o simplemente no deseado. Ojalá que al llegar a la edad adulta, todos mantuviéramos la serenidad que da esa confianza ciega que depositamos en los padres durante la infancia; esa sensación de protección total que nos hace olvidarnos del miedo. Seguro que nos ayudaría a conciliar el sueño en los momentos difíciles.
Un saludo,

8:41 p. m.  
Blogger alvarhillo said...

Tienes razón quiosquera, el hacerte adulto tiene el peaje de tener que apechugar uno mismo con sus miedos y problemas sin poder recurrir al apoyo de papa y mama, pero claro con que cara me presentaría en casa de mis padres a mis cuarenta y seis años diciendo, "mama tengo miedo, no puedo dormir". Las carcajadas de mi padre se iban a oir en La Coruña.
Un saludo.

2:08 p. m.  

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